Hace casi 10 años hice el primer viaje internacional con una novia. Fuimos a Nueva York y decidimos quedarnos como por dos semanas. Con esa cantidad de tiempo tendríamos espacio para recorrer cualquier cliché posible que la ciudad ofreciera; ir a la Estatua de la Libertad, caminar por Central Park, comer Hot-Dogs en Gray’s Papaya, Times Square de noche, ya saben todo lo “must do” que te dicen en las películas.
Hace una semana volví a Nueva York; esta vez solo. Sí, evidentemente esa relación no funcionó pero aún tenía una encomienda pendiente de aquel primer viaje.
Ese noviazgo ha sido el más largo que he tenido y de cierta manera el más significativo. Muy al inicio de la relación ella se acercó un día a mí y me dio una especie de pulsera hecha con fibras y chaquiras de color verde. Me dijo: “Esta pulsera me la dieron a mí. El que me la dio, me dijo que venía de un chamán y que tenía que irse pasando cuando encontráramos a alguien que signifique algo especial en nuestras vidas. Hoy te la doy a ti y te pido que solo la compartas si encuentras a alguien muy especial en tu vida, no importa que no sea yo”.
Obviamente acepté el compromiso y la guardé, la verdad un poco confundido porque para mí era ella la persona más especial que conocía y no tenía la intención de encontrar a alguien más especial. En fin, con el tiempo las cosas se complicaron y después de cinco años se terminó esa relación. Debo decir que siempre he guardado el compromiso de esa pulsera como algo importantísimo, tanto que a veces he pensado que esa pulsera no se quiere deshacer de mí y que de cierta manera me impide encontrar a “alguien especial”.
Personas han ido y venido de mi vida, pero por alguna razón ninguna termina de cuadrar para que yo tome esa pulsera y se la dé a alguien pidiéndole que tome la responsabilidad de continuar con esta extraña y desconocida tradición.
Hace justo un año conocí más a fondo a alguien a quien yo pensaba era la persona ideal para ser la ahora poseedora de esta pulsera. En mi lista de cualidades, reunía todas y sin duda llegué a pensar “¡es ella!”. Al final, el tiempo me hizo ver que me había equivocado, no porque ella no fuera especial, sino porque nuestra “relación” se complicó a tal grado que hoy lo más sano es no hablarnos ni saber nunca más el uno del otro.
Esto me hizo pensar de nuevo “¿Y si la pulsera no se quiere deshacer de mí?, ¿Y si realmente me está atando a mi relación del pasado para que yo sea la única persona especial?” No era la primera vez que lo pensaba, pero la verdad es que suena sumamente improbable.
Una de las opciones de salida que tenía era llevarla a Nueva York y dejarle al destino que alguien especial la encuentre. ¿Por qué a Nueva York? Porque en ese viaje del que hablé al inicio mi entonces novia y yo fuimos muy enamorados y a la salida de la biblioteca pública de NY, justo a un lado de Bryant Park, ella se paró en una escalinata y me dijo “Quiero que te cases conmigo. No ahorita, pero quiero que seas tú con quien me case.” Por supuesto acepte esa petición.
Fue entonces que la vida me regresaba la oportunidad de regresar a Nueva York, el motivo principal era para vacunarme contra el Covid-19 pero obviamente estaba en mi mente dejar esa pulsera en ese sitio para alguien más. Para ello, debía dejar instrucciones claras y precisas para él o la siguiente en línea de ser poseedor de la pulsera.
Justo un día antes del viaje, después de empacar todo, fui por mi último pendiente, comprar un cartoncillo, un plumón y escribir las instrucciones para la siguiente persona en español e inglés. Llegué a casa, saqué el plumón del blister que lo protegía y empecé a escribir.
“You are special! This band has traveled 2617 miles to find you. It was given to me 10 years ago and it’s time for me to pass it forward. This park is very meaningful to me so I’m letting the universe find someone s…”
En ese momento el plumón dejó de escribir. Un plumón nuevo, protegido por un empaque, simplemente se secó como si hubiera estado expuesto sin tapa por meses.
En ese momento lo entendí todo, no debía dejarlo ir. Platiqué con mi amiga Laura, quién era la única que sabía de mis intenciones, y concluimos que el compromiso es más importante que cualquier persona. Más importante que de quien me lo dio e incluso es más importante de quien lo tenga.
Hoy creo que a veces buscamos en muchas personas ese algo especial para nosotros, que alguien le dé sentido a nuestras vidas para poder compartir algo con ellas.
La realidad es que esa persona no existe si nosotros mismos no pensamos en ser especiales para nosotros mismos. En parte porque venimos como individuos a apreciar cada momento de nuestra existencia y otorgarle la responsabilidad a alguien más sobre lo que debe ser importante para nosotros también se vuelve de cierta manera algo egoísta.
Por tal motivo decidí pensar que no hay ni habrá alguien más especial que yo. Aprecio a todas las personas que conozco pero este viaje se trata de mí, de disfrutar cada segundo que pase respirando lo que yo siento y cómo yo me siento. Todas las personas que se han cruzado en mi camino ya son especiales, pero la verdad es que por ahora, esa pulsera se queda conmigo por un muy buen rato.